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viernes, 3 de diciembre de 2010

Se cumplen cien años del acceso de la mujer a las universidades españolas


Han pasado cien años desde que la Gaceta de Madrid publicó la Real Orden de 8 de marzo de 1910 que autorizó el acceso de las mujeres a la Universidad en España. Aconteció tras ser nombrada consejera de Instrucción Pública Emilia Pardo Bazán, quien desde décadas venía luchando por la alfabetización y educación de las mujeres, y había afirmado en el Congreso Pedagógico Hispano-Portugués de 1892 que “la educación de la mujer no puede llamarse tal educación, sino doma, pues tiene por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión”. Esta orden derogaba otra Real Orden, del 11 de junio de 1888, que admitía la entrada de mujeres en la universidad como estudiantes privados, pero requería la autorización del Consejo de Ministros para su inscripción como alumnas oficiales. Este importante avance hacia la igualdad fue posible gracias a la tenacidad y decisión de algunas mujeres que decidieron rebelarse contra regulaciones injustas que impedían su acceso al conocimiento y su pleno desarrollo como seres humanos.

La incorporación de la mujer en las universidades españolas ha sido más lenta que en otros países de Europa, donde las mujeres adquieren este derecho entre 1850 y 1890. En el siglo XIX español, fueron muy pocas las mujeres que pudieron acceder a la universidad, y además tenían que hacerlo autorizadas por el Consejo de Ministros, o disfrazadas de hombre, acompañadas por el padre o marido o colocadas en la misma mesa del profesor. Además, eran muchas las trabas para la expedición de títulos, la colegiación y el ejercicio de la profesión. La mujeres que lograron ir a la universidad y ejercer de la carrera que habían estudiado fueron, sin duda, unas supervivientes.



A pesar de ser lenta, la ascendente incorporación femenina a la Universidad española constituyó una importantísima vía de emancipación y el acceso a profesiones hasta entonces inalcanzables. El acceso a la educación y la autonomía económica han sido y siguen siendo claves para el desarrollo independiente de las mujeres. Sin ninguna duda, la entrada a la universidad marcó un antes y un después en el desarrollo personal de éstas, y los avances que se han realizado en el ámbito universitario y científico, aun cuando sólo se cuenta con cien años dentro de una institución que tiene nueve siglos de existencia, han sido enormes y merecedores de reconocimiento.

La incorporación masiva de la mujer a la universidad fue también un factor muy importante para explicar el gran crecimiento de la economía española en la segunda parte del siglo XX, aspecto poco reconocido en nuestra sociedad actualmente. Según fuentes de El País, desde 1910 el número de mujeres en las universidades españolas ha aumentado rápidamente: representaban el 12,6% de los estudiantes en 1940, el 31% en 1970, el 53% en 2000 y el 54% en 2010. Su tasa de éxito es, además, mayor que la de los varones, y, por ejemplo, en el curso 2007/8 el 61% de los diplomados y licenciados fueron mujeres.

Actualmente está reconocido que el activo más valioso de una sociedad es su conocimiento, y que este es el que mejor explica su grado de desarrollo. El conocimiento depende totalmente de la educación de los ciudadanos del país, de la que el 50% viene determinado por la formación universitaria de las mujeres. Y aunque sea grande el camino que se ha hecho en este sentido, quedan todavía muchas barreras que destruir para poder avanzar. Porque el hecho de que las mujeres puedan ir a la universidad no lo es todo: para poder desenvolverse en ella con total naturalidad, como hacen los hombres, es imprescindible la corresponsabilidad de las tareas domésticas y los poderes públicos, y los medios en las universidades para que la maternidad no sea una limitación a la hora de estudiar. La lucha por la igualdad de género es clave para el progreso de los derechos humanos y el avance hacia una sociedad más justa. Para ello, el trabajo de todos los ciudadanos es muy importante; a pesar de que hace cien años se diera un paso tan importante como el de permitir la incorporación de la mujer en las universidades españolas, es largo el camino que todavía queda por recorrer en este sentido, y las mujeres que, como nosotras, tenemos la oportunidad y la suerte de poder acudir cada día a las aulas universitarias y desenvolvernos en ellas como cualquier hombre lo ha hecho siempre, tenemos un papel muy importante en ese largo camino.

2 comentarios:

  1. Es el país que nos ha tocado... Si en otros en el siglo XIX comenzó todo esto, aquí en 1910, pero si aquí la mujer pudo votar en 1931/33 cuando, por ejemplo, en Francia no se consuge hasta 1944. Y del mismo modo... dura menos de 10 años... y luego cuarenta de ya sabéis qué.
    Con respecto a la cuestión en sí, no hay que dejar de lado el tema de sistema.Y es que hay que intentar alejarse a veces de números o datos concretos que pueden despistar. Antes ya se "admitía la entrada de mujeres en la universidad como estudiantes privados (me sorprende en masculino), pero requería la autorización del Consejo de Ministros para su inscripción como alumnas oficiales". Esto hay que entenderlo como parte de la emancipación del conjunto de los oprimidos, de los explotados. En aquellos años era absurdo pensar que las mujeres normales fueran a la Universidad, tampoco creo que fueran muchos hombres. Estoy hablando de campesinos, de obreras, de amas de casa, de soldados, de jornaleros, de ... La ley amparaba que cualquier mujer con dinero que quisiera ir a la Universidad lo consiguiera, porque lo importante es el dinero. No sé si será así -corregidme, por favor- pero probablemente esa primera ley del 88 apareció por peticiones de algunas mujeres de bien... Y sin problema alguno se lleva a acabo.
    Por eso la emancipación de la mujer no debe ser vista como algo aislado y único, algo a perseguir como totalmente justificado en sí mismo. La emancipación de la mujer entra en el conjunto de la emancipación de la clase trabajadora (o como se le quiera llamar. Y ahora se está intentando separa esas dos luchas, para aislar a la segunda y alejarla de las reivindicaciones sociales.

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  2. "La mujeres que lograron ir a la universidad y ejercer de la carrera que habían estudiado fueron, sin duda, unas supervivientes."

    Qué triste que así fuera, cuando en realidad, se debería tomar su acceso a la universidad como algo normal y no como si de heroinas se tratara.

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